martes, 25 de mayo de 2010

Expedición del Bicentenario al cerro Adolfo Calle (25.05.2010)

Día 1 (22.05.10)
El día viernes 21 de mayo de 2010 a las 23:00 hs. partimos desde Castelar, Oscar “Oski” Degreef (65), Guillermo “Vasco” Dobarán (50) (nuestro guía de montaña), Gustavo “Gusti” Mercadé (50), José Luis “Nene” Pérez (39), Patricio “Pato” Arbelo (29) y el que suscribe Eduardo “Gato” Herrera (42); hacia la localidad de Vallecitos, partido de Luján de Cuyo, provincia de Mendoza; con el objetivo principal de hacer cumbre en el cerro Adolfo Calle (fundador del diario Los Andes de Mendoza en 1883) de unos 4230 metros sobre el nivel del mar (msnm) el día 25 de mayo como homenaje a la patria por sus 200 años del primer gobierno patrio.
Es por eso que la denominamos “Expedición del Bicentenario al cerro Adolfo Calle”.


Este cerro está situado en la cordillera frontal de los Andes y pertenece al denominado Cordón del Plata cuya mayor altura la ostenta el cerro Plata de 6.050 msnm.
Luego de un viaje de ruta tranquila, con algo de lluvia en algunos tramos, sorteando un inconveniente eléctrico en la camioneta y detenciones policiales llegamos a la ciudad de Mendoza a las 13:00 hs. para hacer las últimas compras, los perecederos. Una vez cargados tomamos el último tramo de la ruta nacional 7 hacia el embalse de Potrerillos donde desviamos a la derecha por la ruta provincial 89 hasta la subida a Vallecitos que dista unos 90 Kms. de la ciudad de Mendoza. La subida es bastante pronunciada y el vehículo tiende a “apunarse”. Esos 3 kilómetros se hacen más o menos en una hora, hora y media ya que hay que ir casi todo el tiempo en primera o segunda marcha.
A eso de las 16:30 hs. llegamos al Refugio Mausy (http://www.refugiomausy.com.ar) que sería nuestro hogar por los próximos cuatro días. Nos recibieron los dueños de casa Guille, Vane y Violeta si hijita de tan solo 5 meses.
Comenzamos a bajar el equipo y las provisiones con mucha calma y movimientos muy suaves ya que a los 2900 msnm. el efecto de la altura se siente mucho en la cabeza. Con algunos pequeños mareos y migrañas comenzamos una severa hidratación uno de los remedios para este mal que sufrimos todos los que vamos desde el llano. También se siente en la falta de oxígeno dado que uno se agita con mayor facilidad y hay que parar para recuperar aliento.



Una vez acomodados en la habitación, “la suite presidencial”, para seis que habíamos reservado, la cordada que se encargaba de los alimentos, Oski y Pato, empezaron a diagramar los preparativos para una rica y provechosa cena. Con algunos lineamientos impartidos por el Vasco para que no nos haga mal la comida ya que no solo se hace esfuerzo al levantar algo o caminar, sino que el organismo lo hace cada vez que procesa la digestión, hicieron unos ricos fideos con salsa a la boloñesa con poca carne picada solo para darle un poco de consistencia, todo esto regado por una botellita de malbec, que si bien no era de la zona no tenía nada que envidiarle a los mismos. El vino es vaso constrictor por lo tanto ninguno abusó y solo se tomó un poco como para no extrañarlo demasiado.
Cansados por el viaje nos fuimos a dormir temprano para arrancar el día siguiente en buenas condiciones y tratar de comenzar una aclimatación lenta pero continua. Antes salí unos minutos a contemplar el cielo. Se había formado una ventana inmensa entre las nubes que me permitió ver las estrellas y la luna en cuarto creciente con un brillo pocas veces visto. No pude con mi genio y me tiré en el pasto, cerca de la camioneta a contemplar ese singular espectáculo. Luego volví al refugio para comenzar la primera noche a 2900 msnm.
Día 2 (23.05.10)
Nos levantamos a eso de las 08:30 hs. y vimos que por la noche había nevado por lo menos unos 10 cms. El termómetro de la puerta marcaba -10º temperatura que iría subiendo a medida que el sol calentaba.
Desayunamos, mate cocido con tostadas y mermeladas, leche con cereales y galletitas dulces. Comenzamos a armar el equipo en la mochila de ataque. Los que no teníamos experiencia en montaña tardamos más y no llevamos todo lo necesario pero esto nos sirvió de experiencia para el resto de las travesías.
La indumentaria para todas las travesías fue la misma, en los pies medias de polipropileno como primera capa más otro par tipo cool max, botas dobles los dos primeros días y el tercero botas de trekking impermeables; en la parte superior remera térmica, micro polar y campera de dos capas interna de polar y externa wind stopper impermeable, ambas capas respirables; en la parte inferior, pantalón térmico y arriba pantalón wind stopper impermeable; en las manos primera piel de polipropileno y arriba guantes wind stopper; en la cabeza pañuelo, gorro de lana y gorra para el sol, anteojos factor 3 y protector solar factor 30 para la piel.
Comenzamos a caminar a eso de las 11:00 hs. (se notaba que era domingo) y salimos muy despacio hacia el cerro Arenales de unos 3400 msnm. Las primeras subidas son duras ya que no solo lidiábamos con la propia subida sino que además intentábamos “domar” el par de botas de plástico duro, especiales para que la nieve no moje nuestros pies y a lo largo de la jornada tiendan a enfriarse y hasta congelarse si el clima es muy frío.


Fuimos todos, Oski, el Vasco, Gusti, Pato, el Nene y yo. En los primeros metros ya cada uno empezaba a tomar y determinar su ritmo de marcha. El Vasco, Pato y el Nene comenzaron a alejarse con un ritmo un poco más marcado; Oski, Gusti y yo íbamos más atrás pero siempre manteniendo contacto visual con ellos. Para comunicarnos teníamos handies FRS para modular entre nosotros o con el refugio y además un VHF para modular contra el refugio o en caso de emergencia con alguien que nos preste ayuda.
Al haber algo de nieve el acarreo se hace un poco más fácil pero hay que tener mucho cuidado con el hielo que se forma de tanto pisar la nieve.
Parábamos para sacar fotos y hacer pequeños descansos de rehidratación con alguna que otra barrita de cereal ya que eso iba a ser nuestro almuerzo.
El acarreo del Arenales no es pronunciado, se puede hacer tranquilo con senderos en zigzag largos y cómodos pero al ser la primera incursión y en proceso de aclimatación se hacía sentir.
Faltando unos 100 mts. de desnivel para la cumbre Oski prefirió no seguir ya que sentía algo cansado y no quería arriesgarse; él tenía como objetivo hacer los trekkings sencillos y simplemente acompañar la expedición, cocinar y darnos apoyo moral. ¡Objetivo cumplido Oski!
El Vasco regresó con él ya que si bien no podría perderse el sendero tenía sectores de hielo, además, al tener zonas de sombras el frío se hacía sentir y no quisimos que vuelva solo.
El resto continuamos. Pato y el Nene con paso firme nos sacaron ventaja a mí y a Gusti que cerraba el grupo. Durante la marcha filmamos, sacamos fotos y nos acercábamos a nuestra primera cumbre.
El jefe de la expedición nos había dicho que como máximo podíamos ascender hasta las 16:00 hs. ya que sino nos agarraría la noche y no estaba para volver a oscuras y menos el primer día de salida, así que nos apuramos un poco para hacer lo mejor posible.
A las 15:30 hs. hicimos cumbre en el cerro Arenales.


La cima de este cerro es muy amplia sin formaciones rocosas, es llana y ñata. En el centro se sitúa la característica cruz, que en este caso está dedicada a Edgardo Porcellana que perdió la vida el 8 de octubre de 1979 en el cerro Manaslú, situado en Nepal, cuando era parte de la 4ª expedición argentina al Himalaya.
Luego de las fotos y filmaciones de rigor, cumpliendo con el horario emprendimos el descenso.
La tarde estaba muy fría, tanto que se nos congelaba el agua de las botellas.


Más barritas, alguna manzana verde, algo de té caliente y el descenso.
Los descensos son muy duros ya que venimos con el cansancio propio de la subida y el relax de la tarea cumplida pero nunca hay que subestimar nada, siempre hay que estar atentos al próximo paso, a dónde apoyar el bastón, a doblar las rodillas y si tenemos que caer que sea para atrás. Hay que caminar pausado sin apuro, los ojos siempre mirando el camino.
Luego de un par de horas llegamos al refugio.
Gusti con todo el esfuerzo realizado y todo lo ingerido pero no bien digerido vomitó faltando pocos metros para llegar esto era algo completamente lógico ya que no estamos acostumbrados a comer de esa forma. Fue un reflejo natural y no se lo atribuimos al mal de altura.
Mi cordada junto al Nene nos encargábamos del vehículo, rutas y botiquín así que en caliente me dirigí a la camioneta para abrir el capot sacar las frazadas y alfombras que le habíamos puesto para que se congele lo menos posible, le di arranque y la dejé unos 10 minutos encendida, mientras tanto llamé a mi familia para que sepan que estaba bien y que había conquistado mi primera cumbre.
Muy contentos una vez en el refugio y habiendo desensillado nos dimos una ducha y comenzamos a comentar la hazaña realizada.
Esa noche Oski nos preparó unas ricas pizzas, una modesta picadita y como no podía ser de otra forma habiendo coca-cola hubo que ponerle algo del Fernet que se nos había colado con la compra de los “perecederos”. Sin abusar, tomamos y comimos para terminar el día con un merecido descanso, no sin antes preparar el equipo para la salida del día siguiente, esta fue la enseñanza, el día anterior conviene tener la mochila preparada.


Día 3 (24.05.10)
La noche había estado apacible, mucho frío, el termómetro acusaba -10º pero adentro, con la salamandra y las placas convectoras no los sentimos.
Un grupo grande (12 integrantes) que compartía el refugio con nosotros arrancó temprano. A las 05:00 hs. estaban desayunando y preparando equipo, iban al Adolfo Calle, eran muchos y heterogéneos, hombres y mujeres. El refugio parecía tomado por el grupo GEOF ya que al no encender las luces todos usabas sus linternas frontales y con sus movimientos nos daban la idea de una toma de rehenes, por suerte solo eran montañistas con sueño.
Nosotros seguimos hasta las 07:00 hs. ya que la idea era hacer una aproximación al pie del Adolfo Calle. Llegar hasta la Vega Superior sería nuestro objetivo para ese día.
Desayunamos, mate cocido con edulcorante o azúcar, tostadas Riera con miel o mermelada. Cargamos los termos con mate cocido (ya que el té es astringente); las caramañolas, las botellas plásticas y los camel bags con agua y jugos, pasamos por el toilette (fundamental), nos abrigamos bien y salimos a patear. Éramos parte de esta expedición el Vasco, el Nene, Pato y yo; Gusti y Oski prefirieron quedarse. A las 09:00 hs. con botas dobles y bien abrigados (quizá por demás pero todo es experiencia) arrancamos hacia nuestro objetivo: “La Vega Superior” (3550 msnm). La indumentaria se completa una vez que pasamos por la trampa de nieve del refugio donde recogemos los bastones y, los que tienen las polainas, he aquí nuestra sorpresa, más que nuestra la sorpresa del Vasco que “sus” polainas no estaban donde él las había dejado, esto le dio un cimbronazo a toda la expedición ya que no era nada agradable que esto sucediera y menos con gente de montaña, nunca lo hubiésemos esperado. Todo apuntaba a una confusión del primer grupo de salida pero lo cierto es que al comenzar nuestra expedición las polainas no estaban. Pero siempre hay alguien generoso que te da alguna solución y como Gusti no iría le prestó las suyas al Vasco. ¡Gracias Gusti evitaste una catástrofe! Demás está decir la bronca de ese vasco, no se la pueden imaginar, lo único que repetía era “si no aparecen que no descuiden los chasis de los autos” (jajaja).
Comenzamos el ascenso cada uno a su ritmo, yo el último. Costeando el arroyo que baja de Veguitas fuimos subiendo, pasando por el caño roto único momento que cruzamos el arroyo, seguimos subiendo, me adelanté al grupo para filmarlos cuando pasaran, nos acompaño un día despejado y limpio, algo ventoso pero increíblemente hermoso. Llegamos al campamento de “Veguitas” a eso de las 10:50 hs., nos llevó 1:50 hs. Tomábamos tiempos para el siguiente día ya que el camino sería el mismo pero sin luz.


El campamento tenía por lo menos unas 20 carpas, eran los menos los que a esa hora estaban levantados y preparando algo para tomar. Nos detuvimos unos minutos para hidratar, tomar algo caliente y comer alguna barrita.
Particularmente tuve en algunos momentos pequeñas migrañas, propias de la altura y del cansancio pero manejables. Durante el día las mitigaba con mucho líquido y no pensando en ellas y por la noche las acompañaba con un ibuprofeno 600 que me ayudaba a descansar mejor.
Reiniciamos la marcha. La vista desde ese lugar es espectacular, estábamos caminando por la margen derecha de las morenas coloradas que en algún tiempo fueron la base de un glaciar. Estar ahí rodeados de cerros, el Adolfo Calle, el San Bernardo, el Stepanek, el Mausy, el Rincón, más atrás el Plata y otros, era como estar en una película de la prehistoria, era un flash alucinante. El agua que corría por el arroyo ya lejano y la que drenaba por la propia “veguita” (Vega o llanura aluvial es la parte orográfica que contiene un cauce y que puede ser inundada ante una eventual crecida de las aguas de éste) le daban a ese momento un clima único.
Caminamos unas dos horas y llegamos a la Vega Superior. El día estaba despejado y cálido con muy poco viento, la temperatura era de unos 11º. Nos dirigimos a la piedra más grande del lugar para desensillar.


Nos sacamos las mochilas, las camperas y los polars que estaban bastante húmedos y nos abrigamos con los polars que llevábamos de repuesto. Pusimos la mesa… eeeh no eso no, sacamos el rico müslik, las barritas, los jugos y almorzamos. De postre unas ricas naranjas. Todo el proceso muy moderado y tranquilo.
Parte del descanso consistía en observar el acarreo que nos llevaría al inicio del sendero que desemboca en el portezuelo entre los cerros Stepanek y Adolfo Calle. Al mirar esa pared de piedras sueltas la primer sensación era de impotencia completa, no quería ni pensar que al otro día estaría caminando por ese lugar, no podía siquiera imaginarlo. Las imágenes que me aparecían eran muchas y variadas pero la idea que intenté despejar en todo momento era la de “no lo voy a poder hacer”, no quería tener pensamientos negativos, quería poner la mente en positivo y fortalecer el objetivo que debía cumplir. Pero no fue fácil.


A las 14:00 hs. decidimos no seguir avanzando hacia “Piedra Grande” para no quemar piernas, además esta aproximación había templado nuestras almas y voluntades así que emprendimos la retirada hacia el Mausy.
Luego de una dura bajada llegamos al refugio a eso de las 17:00 hs. lindo horario ya que no había gente y el agua caliente nos estaba esperando para darnos una buena ducha. Luego del Vasco entre yo ya que hay una sola ducha mientras Pato comenzaba a deleitarnos la vista con los preparativos de un guisito de lentejas que no quedó solo en un deleite visual, fue real y exquisito.


Nos acompañó en la cena Tony un muchacho que gusta de la montaña que había bajado, luego de unas 14 ó 15 hs. de marcha, del cerro Franke (4817 msnm. Su nombre es en honor a Pablo Franke, escalador mendocino. Franke fue el primero en ascender el cerro Plata (la mayor altura del cordón homónimo) el día 17 de marzo de 1942. Falleció en un intento de escalar el volcán Tupungato).


Compartió nuestra “suite presidencial” ya que esa noche, José Luis “Nene Macana” Pérez bajaría a la ciudad de Mendoza por temas laborales. Fue una gran pena que nos dejara ya que es una persona con mucho espíritu y sentido del humor que siempre está dispuesto a colaborar, a aportar ganas y garra para lo que nos propongamos hacer.
El transfer vino a eso de las 21:00 hs., un Defender, que lo llevó a él y a dos montañistas más que iban a la misma ciudad a tomar un micro para regresar a Buenos Aires.


En la cena compartimos conversación con Hugo hincha fanático de los “contra” Diego Maradó, el Vasco mantuvo una charla muy larga e ilustrativa a cerca de la historia argentina y de sus pueblos indígenas. A Hugo lo acompañaba Jimena que casualmente era una vecina del barrio de Oski, castelareña había sido. Desde la primera noche y al ver los kilos de provisiones que bajamos de la camioneta Jimena no dejó de reírse de nosotros. No podía creer todo lo que habíamos traído y cómo la estábamos pasando, picada, vino, Fernet, coca-cola, terma, huevos, fruta, zanahorias (que nunca encontramos), panceta, lentejas, etc., etc. ¡No paraba de reírse, aún no sabemos si de envidia o simplemente de asombro!
Nos fuimos a dormir “temprano” a eso de las 22:30 hs. ya estábamos acostados. Habíamos dejado preparado todo el equipo para la marcha del día siguiente. El grupo grande que había hecho el Adolfo Calle regresaba a Buenos Aires al día siguiente, o sea, que esa noche se despedían por lo que cenaron un exquisito locro preparado por Vane, por supuesto acompañado por vinito tinto y de cierre un buen truco de seis “bien argentino”.
Particularmente me ayudo a conciliar el sueño unos adminículos que había llevado a tal efecto, tapones para oídos y antifaz oscuro, sinceramente no escuché nada, bueno… algún que otro “QUIERO RETRUCO CARAJO”.
Día 4 (25.05.2010)
Dormí de corrido hasta las dos de la mañana, teníamos que levantarnos a las cinco para desayunar y salir. Una sensación de miedo me invadió pensando que no iba a poder hacerlo. Tenía que volver a dormir. Fui al baño y lo vi a Gusti durmiendo en el salón como lo había hecho desde que llegamos. Volví a la bolsa. Miré la hora. Me puse los tapones y el antifaz. Cerré la bolsa. Di vueltas para un lado y para otro, lentamente para tratar de no molestar a Oski que estaba en la cama de abajo. Los pensamientos más funestos se me cruzaban por la cabeza, quería no pensar pero no podía. Me tenía que dormir, necesitaba descanso. No podía. Volví al baño. Volví del baño. Creo que algo pude dormitar entre miedo y miedo. Pensaba en mi familia, en lo que iba a hacer pero que no conocía, en el desperfecto de la camioneta, en que debíamos volver y llegar, pensaba… pensaba… dormía… pensaba… dorm…
Cinco y trece sonó el despertador del celular de Pato. ¡Todos arriba! Linternas frontales y a no pensar más que en lo que íbamos a hacer.


Nos cambiamos solo con la luz de las linternas para no molestar. Pato ya tenía el agua caliente en la pava eléctrica del lugar. Mate cocido con sacarina con tostadas con miel y mermelada. Silencio. Miradas. Acomodar equipo. Baño. Todo listo… salimos. Hora 06:30, integrantes el Vasco, Gusti, Pato y yo.
El termómetro marcaba 5º sobre cero.
El Vasco había decidido que saldríamos sin botas dobles, iríamos con botas de trekking ya que la poca nieve que quedaba no sería problema para subir.
Revivimos el camino del día anterior pero esta vez con la luz de nuestras linternas frontales. No había nubes por lo que la luna colaboraba en iluminar el andar.
Llegamos a Veguitas con los primeros brotes del amanecer detrás de las montañas que estaban a nuestras espaldas. El color naranja sobre la ciudad de Mendoza auguraba un buen día.


Hicimos una parada para re hidratar y comer algo durante unos 10 minutos, había algo de viento y no debíamos enfriarnos así que retomamos la marcha hacia la Vega superior. Pasamos por entre las casi veinte carpas que estaban armadas en el lugar.
Para nuestra sorpresa se nos sumaron tres lugareños, tres perros jóvenes que iban jugando entre sí mientras avanzaban. En ningún momento acusaron falta de aire.
Ese tramo del ascenso si bien era cómodo, podíamos hacer pasos cortos pero continuos, se había tornado tedioso por el viento que soplaba con mucha fuerza. Hubo tramos en los que parecía que no avanzábamos de la fuerza que traía. Viento frío. Sirvió la capucha que trae la campera para cortar ese viento frío y molesto. La idea del Vasco era esperar a que amanezca por completo y que el sol nos caliente cuando emprendamos el primer acarreo.
A las 08:45 hs. llegamos a la Vega superior con algo de cansancio por la pelea contra el viento. Una piedra de gran tamaño nos sirvió de refugio a metros del lugar que habíamos utilizado el día anterior para nuestro almuerzo. Estábamos bien de tiempo.
Jugo, agua, mate cocido caliente, müslik, barritas, fuimos comiendo y tomando un poco de todo para reponer energías. EL sol levantaba y la calidez aparecía.


La frase y la pregunta nos marcaron. ¡Este es el punto de retorno! Los que sigan vamos hasta la cumbre, los que no deberán volver. ¿Seguimos todos?
Nos miramos. Pato dio el ok, yo también y Gusti dijo que su objetivo era llegar hasta ahí, donde estaba, la Vega superior, que él volvería.
En cualquier otro momento una decisión así, de mi amigo, no me hubiese movilizado, hubiese sido algo razonable, entendible, compartida y aceptada pero en ese momento no, no era algo que estaba en mis planes. Su decisión me pegó, yo pensaba hacer la cumbre con él siendo parte del equipo y esto ya no podría ser.
No eran de suma importancia pero me prestó sus polainas para evitar que en los acarreos me entren piedras en la bota.



A las 09:30 hs. comenzamos el ascenso por el primer acarreo, los tres perros nos seguían acompañando. Gusti se quedó en la piedra desde donde por radio nos sugería los senderos que debíamos tomar. El acarreo estaba bastante “podrido”. En esa zona no estaban bien marcados los senderos y el Vasco tuvo que ir improvisando hasta encontrar el mejor camino. Los perros avanzaban mucho más rápido que nosotros, saltando de sendero en sendero.


La sensación es muy rara ya que la inclinación del terreno es de unos 40º ó 45º, con piedras sueltas, grandes y chicas, hacer un paso es deslizarse unos cuantos centímetros para atrás y volver a empezar, no se puede llevar un ritmo de marcha, no se puede, solo se puede intentar hacer algunos pasos rápidos para ascender y recuperar aire. La forma de avanzar por el acarreo es en zigzag y no recto ya que consume mucha energía.
En ese momento uno se pregunta “¿Qué hago acá?” Se cruzan pensamientos, imágenes, sentimientos, nostalgias y es ahí precisamente donde hay que desecharlos todos, solo pensar y concentrarse en lo que estás haciendo, caminando en un acarreo de piedra suelta a 3400 msnm. ¡Sí es mejor concentrarse!
La voz de aliento de Pato era un empujón más para mi esfuerzo, íbamos lento pero íbamos al fin. Dos muchachos nos pasaron con paso constante, mochilas de carga y botas dobles, mi admiración hacia ellos. Los perros seguían un poco por delante de nosotros y otro poco por detrás a veces entorpeciendo el apoyo de los bastones. Gusti seguía modulando e intentando trazarnos el rumbo. Dentro de los sesenta minutos que estuvo mirando nos sacó fotos y nos filmó. Cuando comenzó a tener frío decidió regresar y se lo comunicó al Vasco. ¡Cambio y fuera!
A eso de las 11:30 hs. llegamos a la quebrada que hay entre los cerros Stepanek y Adolfo Calle. Avanzamos hasta llegar a un lugar que nos reparara del viento. Había sol y debíamos mantenernos calientes. El frío no era intenso pero al estar transpirados el viento hacía que nuestra temperatura bajara. Comimos unos cereales y barritas, tomamos mate cocido caliente, algo de jugo y unos pedacitos de chocolate.
El Vasco aprovecho para modular por VHS al refugio ya que por FRS no llegaba debido a lugar donde nos encontrábamos, una quebrada entre dos montañas. Colocó la antena, encendió el equipo, buscó la frecuencia y moduló: -Vasco para Mausy, Vasco para Mausy, ¿¡me copian!? quisssh… silencio… -¡Sí Vasco aquí Mausy te copiamos! quisssh… -¡Por acá todo bien Guille (del Mausy) estamos en la quebrada en un descanso y en minutos retomamos la marcha! quisssh… -Ok Vasco, vayan con cuidado. quisssh… -¡Gracias Guille QSL! Nuevamente intentó modular con otros compañeros del foro de Andinatuas que estaban intentando la cumbre del Plata pero sin suerte otra vez.
Mientras estaba descansando mi espíritu estaba intacto pero al comenzar a caminar y tener que hacerlo despacio, paso a paso esto me hacía dudar si podría llegar a la cumbre. Pensé en que no podría seguir, qué quizá me tendría que quedar en ese lugar, esperarlos a que regresen de la cumbre y volver todos juntos pero por otro lado algo me decía que no me podía perder ese privilegio de saber qué se siente llegando, tocando esa cruz con la mano, decir yo llegué, yo pude, yo lo hice. Solo tenía que pensar en eso.
Pato arrancó, lo siguió el Vasco a unos veinte metros de distancia, yo a otros tantos y los perros adelante de todos. En todo momento mantuvimos contacto visual unos con otros, esa era la idea para minimizar cualquier necesidad que surja.
Caminé por unos diez minutos para llegar al fin de la quebrada ya que el último ataque a la cumbre se hace por detrás de lo que nosotros veíamos desde la Vega superior. Miré el acarreo, eran unos 100 mts. hasta la cumbre, bajé la vista en seguida y solo me concentré en lo que veían mis ojos y tapaba mi visera.
La inclinación sería de unos 50º pero a mí me daba la sensación de que estando parado perpendicular al piso podía “besar” las piedras. Este último acarreo es durísimo te quema la cabeza, te agota no poder hacer pasos constantes, lentos pero constantes, tenía que hacer dos, tres o cuatro seguidos, no más, y parar para recuperarme. El Vasco me preguntaba cómo estaba, si tenía resto, mi respuesta siempre fue la misma, piernas como físico tenía pero me faltaba el aire al hacer un esfuerzo continuo. Cuánto tardaba en recuperar era otro dato que el Vasco evaluaba pero en eso estábamos bien, al minuto yo ya estaba recuperado y era bueno. Me decía que siga que cuando llegue a la cumbre me iba a sentir mejor y que la falta de aire la sentíamos todos que era algo normal.
Chequeábamos el cansancio ya que no se puede intentar cumbre con el último aliento, el último aliento siempre es para volver. A 4100 no hay que dejar nada librado al azar, solo en las películas los helicópteros llegan rápido.
Es en estos momentos donde uno se da cuenta que nada se puede dejar librado al azar, que todo es importante. Que si necesitas una tijera que corte y la que llevaste la agarraste de última y porque lo decía la lista, en ese momento te puede salvar la vida y tiene que cortar. No hay que subestimar nada. Todo y nada están en el mismo nivel de posibilidad de ser.
Lo veía al Vasco a unos 15 mts. y a Pato lo había perdido. Enseguida escucho la radio del Vasco que decía “-Cumbre Vasco, acabo de llegar a la cumbre”. Pato había llegado. ¡Pensé grande Pato!
Mi objetivo de máxima en ese momento era llegar a la próxima piedrita, una cualquiera, una en la que había posado mí vista a unos cuantos centímetros, uno o dos pasos más arriba, esa era mi cumbre. Este acarreo te quema, te consume le espíritu, te desgasta, es ahí donde hay que ponerle mucha cabeza, fortalecerse, no pensar más que en la próxima cumbre, o sea, la próxima piedrita en la que fijamos la vista.
El Vasco me alentaba, él ya estaba más cerca, me había sacado algunos metros. Yo estaba muy agitado pero recuperaba enseguida. Vamos, vamos que ya estamos, vamos que falta poco. Seguramente esto lo hice por mí pero en mi pecho estaban todos mis afectos, mi esposa, mis hijos, mi vieja, todos se fundían en un mismo sentimiento, llegar por ellos. Es muy fuerte lo que pasa en ese momento, la angustia y la felicidad están en el mismo plano, la fatiga y el estado óptimo se funden en un mismo instante, la desesperación y la calma me mantenían atento.
No tenía ningún sentido que yo estuviese ahí pero al mismo tiempo todo el sentido era que estuviese ahí.
Me dije, no puedo más abandono, no puedo seguir un paso más, pero… no estoy cansado solo es un poco agitado, pero… recuperaba bien, y entonces, por qué iba a abandonar, porque no podía hacer más de dos o tres pasos seguidos, porque el acarreo en ese punto estaba ralo y caminar como pato era la única forma de ascender. ¿Por qué? Nada, tengo que seguir no puedo dejar ahora a metros de la cumbre. Un llanto me brotó del pecho, por suerte el Vasco ya estaba en la cumbre con Pato y no me había escuchado. ¡FUERZA CARAJO! Y seguí.
Diez minutos después que el Vasco, quince después de Pato y media hora después de los perros llegué a las rocas en forma de puntas que protegen como un fuerte la cruz del cerro. Ayudándome con las manos, ya no con los bastones tomé hacia la izquierda ya que no veía a mis compañeros, avancé con dificultad y a centímetros de la última escalada Pato me grita que tenía que retroceder que por ahí no era. Tenía que destrepar los casi dos metros que había subido, llegar donde había abandonado el uso de los bastones y tomar hacia la derecha. A las puteadas le dije si no había forma que suba por donde yo estaba yendo y que me encontraría con ellos igual pero desde otro lado. Yo estaba agachado, agitado, respirando, detenido esperando que aceptara mi propuesta. La orden fue precisa y determinante, NO, te vas a un precipicio, destrepá y andá hacia la derecha, dale que es poco, no te falta nada. Acaté la orden.
Pato me esperaba cámara en mano filmando. Esos últimos centímetros fueron de una emoción infinita, interminable, no pude más que con el último aliento volver a estallar en llanto. Nos abrazamos y felicitamos mutuamente. Hice unos pasos aún con todo puesto, bastones y mochila, me abracé estrechamente con el Vasco y lloré, lloré y lloré, no podía parar, las imágenes con sonidos se cruzaban por mi mente, Emi, mis hijos, mi vieja, mi familia, mis amigos, Gusti, Oski, el Nene, todos pasaban en un mismo flash, en esos sonidos reconozco la voz del Vasco que me decía ¡bien pendejo! El aliento comenzaba lentamente a estabilizarse, el cansancio había desaparecido por completo y la vista lo justificaba todo. Tenía la mejor postal del mundo. Recorro con la vista la cumbre y era como la torreta de un castillo, el piso plano rodeado de una pequeña pared con columnas puntiagudas. El cerro Plata nos contemplaba como nosotros contemplábamos el embalse de Potrerillos que se veía a lo lejos.
Expedición Bicentenario al cerro Adolfo Calle misión cumplida. En el día de la patria. ¡VIVA LA PATRIA CARAJO!


 
Ya sin mochilas comenzamos con las fotos de rigor, bandera, escudos, banderines, camisetas, también filmamos algo. En total habremos estado unos cuarenta y cinco minutos desde la llegada de Pato que fue el primero. No lo podía creer. Majestuoso. Imponente. Mi primer 4000. Impensado. Sublime. Emocionante.
No hubo más tiempo, al Vasco no le gustaban unas nubes que se mostraban amenazantes detrás del Rincón, no parecían amigables, había que bajar rápido.
Esto le resto tiempo para modular desde ahí al Mausy y a la expedición amiga que iba al Plata, tampoco alcanzó para tomar su propia medición de la cumbre por GPS. La presión no era buena podíamos tener tormenta.
Bajamos hasta la ante cumbre para re hidratarnos comer algo y descansar un poco. No tenía dolor alguno y me sobraba el aire, estaba pleno. Unos diez minutos después retomamos la bajada. ¡Qué bueno vamos en bajada! ¡Qué dura es la bajada! ¡Qué digo dura es durísima!
La directiva del Vasco fue que el iría primero, luego Pato y último yo. Les pedí ser último porque me sentía más tranquilo al no tener a nadie atrás que le estuviese trabando el camino. Los perros iban a nuestro lado también bajando con mucho cuidado porque se resbalaban. También nos pidió que vayamos por lo menos con cinco metros de separación uno del otro por si uno se resbalaba que no arrastre al de abajo. Los bastones con la cinta en la muñeca y siempre hacia adelante para trabarse en una potencial deslizada. Mientras bajábamos esa parte del acarreo los dos muchachos de la otra expedición nos pasaron para hacer nuestra misma cumbre luego de hacer hecho el Stepanek. Adorada juventud.
Llegamos a la quebrada pero no paramos, seguimos motivados por la adrenalina de la subida y la ansiedad del regreso al refugio. -Gato para Gusti, Gato para Gusti. ¿Me copias? quisssh… -Aquí Gusti, qué hacés Gato! ¿Todo bien? quisssh… -¡Si Gusti, todo bien recién bajamos de la cumbre y estamos regresando! quisssh… -¡Felicitaciones a todos, que bueno, nos alegramos! quisssh… -Por favor Gusti, saquen el guiso de lentejas del freezer (la camioneta) y pónganlo a calentar. ¿Me copiaste? quisssh… -No te copie. ¿Qué dijiste de la camioneta? quisssh… -¡Qué calienten el guiso de lentejas, hagan una picadita con las sobras que nos quedaron y preparen el ferné! quisssh… -No te copié muy bien pero creo que dijiste algo de la comida y del Fernet. quisssh… -No te preocupes Gus, más abajo vuelvo a modularte, estaremos a unas dos horas, dos horas y media del refugio. quisssh… -Ok, los esperamos. ¡Fuera! quisssh…
Esa fue la charla con Gusti, lo más importante era que la comida estuviese caliente para cuando lleguemos. En lo único que pensaba era en milanesas con papas fritas y huevos fritos, milanesas con papas fritas y huevos fritos, esa, esa era mi nueva cumbre.
Llegamos al filo del primer acarreo, el que habíamos subido lento y zigzagueante. La decisión era bajarlo como lo habíamos subido o encararlo recto y ganar tiempo. Listo, recto y ganar tiempo. ¡Qué no se enfríen las lentejas! El Vasco adelante nos marcaba el camino. La separación debía ser mayor, 10 ó 15 metros entre uno y otro. Parecía que flotábamos sobre las piedras, cada paso era de dos metros por lo menos, nos enterrábamos casi hasta la rodilla pero íbamos volando. Parábamos cada tanto para descansar, sacar fotos y filmarnos haciendo “esquí” sobre las piedras. Creo que lo que habíamos hecho en unas dos horas subiendo bajarlo nos llevó quince minutos, fue buenísimo.
Al llegar al pie del acarreo, volvimos a tomar un respiro en la misma piedra que lo habíamos hecho el subir. Los perros seguían con nosotros ahora un poco más animados ya que en las bajadas también la pasaban con un poco de temor. Tomamos algo calentito, unos bocaditos del chocolate que había quedado. Todo se hace en bajada pero parece cuesta arriba. En lo más íntimo uno pide a gritos un plano a nivel para descansar las rodillas, la sensación es como si te las estuviesen serruchando, sé que suena terrible pero no lo es, todo pasa cuando recordás lo que hiciste y ese placer lo cambia todo. Aprovechamos la parada para ornamentar nuestros bastones con la celeste y blanca para cerrar una jornada patriótica como se merece.
Caminos hacia las Veguitas donde nos abandonaron nuestros “guías baqueanos de cuatro patas”. Era increíble ver cómo se habían relajado por llegar a su “hogar” y jugaban entre ellos. Desde ahí aún nos quedaban dos horas más de marcha. Veníamos bien eran algo más de las 16:00 hs. así que estaríamos llegando aproximadamente a las 18:00 hs. como lo habíamos previsto. Modulamos al Mausy avisando que estábamos cerca y que todo iba bien. Las nubes seguían muy arriba en la montaña, no fueron parte de nuestro descenso.
En el último sendero que nos llevaba al Mausy modulamos para que Gusti y Oski salgan a nuestro encuentro y nos filmaran llevando las banderas como homenaje, aunque solitario, valeroso y andino. Entonábamos las estrofas de Mi Bandera en señal de alegría por la tarea cumplida ya que no habíamos podido cantar el himno el 25 a las 00:00 hs. porque estábamos durmiendo.
El Vasco primero, Pato y luego yo llegamos al refugio y nos dimos un fuerte abrazo con Gus y con Oski que con algo de frío nos esperaban en la terraza del Mausy. A esta altura el total de marcha había sido de unas 12 horas. Apoyar los pies en un plano a nivel fue lo más hermoso del día. Maravillados por la tarea cumplida comenzamos a desensillar. Otra alegría fue saber que como no había nadie más que nosotros en el refugio teníamos la ducha a disposición. Pato, con el ímpetu de su juventud y el hambre que tenía se puso a calentar las lentejas en la ollita, no hizo falta que le diga que hoy nos tomábamos el Fernet que quedaba que ya lo estaba sirviendo.
Lo que quedaba de Guille y Vanesa (porque habían atendido a casi 80 andinistas, además de hacer el asado de despedida para unos 25) estaban mirando los festejos del Bicentenario por canal 7, calentitos al lado de la salamandra que nos había encendido Gusti, bah, en realidad había comenzado a encender pero al recibirnos la terminó de encender Guille.
 

Después de una ducha reparadora de unos cinco minutos no más porque hay que cuidar el agua, comenzamos a preparar una rica picada a la que se sumaron Guille, Vane y Violeta, aportando a la misma un trozo de vacío que había sobrado del mediodía. Salamín, queso, pan tostado y se armó la picada. No podía faltar el ferné, vino tinto y hasta un wis-cola “made in casa”.
Mientras avanzaba la tarde los refugieros se retiraron a su casa que está a metros del refugio y tal como lo habían prometido nos dejaron absolutamente solos. Aprovechamos para ver las fotos de todos mientras esperábamos la riquísima tortilla de papas a la española que estaba haciendo Oski.
Parece que la sartén no andaba bien entonces Oski optó por sorprendernos con un “semi revuelto gramajo a la española” que estaba por demás exquisito a esas alturas, literalmente hablando. Comimos y tomamos como descocidos ya que la aclimatación fue excelente y además al otro día partíamos a nivel cero, o sea, que nada nos podía hacer mal. Brindamos vaaarias veces por lo hecho, por lo bien que nos habíamos llevado, por la camaradería a pesar de ser un grupo heterogéneo, según la definición de Pato y por otros motivos que cada vez se nos hacía más difícil recordar y pronunciar.
Cuando terminamos hicimos las cuentas del viaje, dejamos todo arreglado y aunque no lo crean quedamos amigos tal como habíamos llegado. Dejamos el equipaje listo para el día siguiente, limpiamos todo y nos fuimos a dormir que mucha falta nos hacía.
Día 5 (26.05.2010)
Nos levantamos a las 08:00 hs., cómo habíamos quedado con Guille, para que corra su camioneta y poder salir con la nuestra. Cargamos con la incomodidad propia de la inclinación del suelo. Revisamos todo por si nos había quedado algo, saludamos a nuestro amigo Guille y nos acomodamos para emprender un viaje de unas 14 ó 15 horas. Comencé manejando, Gusti de navegante asumiendo la asistencia de cámara filmando la bajada. El cielo en el refugio estaba con algunas nubes que asomaban a lo lejos, detrás de los cerros más altos, viniendo lentamente. Mirando el camino que teníamos que tomar, un caracol de tres kilómetros, veíamos unas tremendas nubes blancas como la nieve a las que íbamos a ingresar a medida que ganáramos camino en el descenso. La vista era increíble, pensar que debajo de esas nubes podía estar desarrollándose una terrible tormenta pero nosotros estábamos inmersos en otro mundo, aún con sol.
El viaje los hicimos con total normalidad, solo con paradas para reabastecer combustible e ir al baño lo más rápido posible ya que queríamos volver para estar con la familia y contarles todo lo hecho.
Llegamos a Castelar a las 23:30 hs. Cansados pero satisfechos de todo lo hecho y lo compartido fuimos dejando a cada uno en su casa, menos a Pato que quedó en lo de Oski hasta que llegase un remis. La despedida fue breve pero efusiva.
La sensación que me queda después de haber hecho por primera vez alta montaña es que es algo que todos deberíamos hacer alguna vez, es muy fuerte lo que pasa allá arriba, el pecho se ensancha por la tarea cumplida sabiendo que uno mismo fue el motor de esa tarea. Resumiendo lo volvería a hacer una y mil veces más.
¡Tarea cumplida!
A mi esposa, a mis hijos, a mi familia, a mis amigos, a Agus Doba y a todos los que quizá sin darse cuenta fueron apoyándome para que vaya, cumpla un sueño, una curiosidad de saber qué es eso de subir montañas y haberlo conseguido. ¡Gracias!



Ayudemos a salvar los glaciares

Salvemos los glaciares